Los cuatro ligamentos principales de la rodilla son el ligamento cruzado anterior, el ligamento cruzado posterior, el ligamento colateral interno y el ligamento colateral externo. Unen el fémur a la tibia y ayudan a proporcionar estabilidad a la rodilla.
Se conoce por esguince la distensión de cualquiera de estos ligamentos o más de uno a la vez.
El ligamento cruzado anterior es el que más frecuentemente se lesiona. Su función es limitar la capacidad de la tibia para seguir hacia delante y ayudar al control de la rotación y torsión en valgo de la articulación. El ligamento cruzado anterior tiene 2 fascículos: antero-interno, más débil, que evita el desplazamiento anterior de la tibia en flexión, y postero-externo, más fuerte, que evita el desplazamiento anterior de la tibia en extensión.
Las roturas del ligamento cruzado anterior pueden ser parciales o completas, siendo estas últimas las más frecuentes.
La lesión del ligamento cruzado anterior puede ocurrir por un traumatismo directo, cuando se sufre un impacto en la cara lateral de la rodilla, mientras el pie está apoyado en el suelo, se fuerza el valgo y la hiperextensión de la rodilla.
Sin embargo, hoy en día sabemos que la mayoría de las lesiones de este ligamento se producen sin contacto, por una rotación de la rodilla mientras el pie está fijo en el suelo.
La lesión se produce en movimientos como los siguientes:
-Reducir la velocidad y cambiar de dirección de forma brusca y repentina.
-Girar la rodilla con el pie firmemente asentado en el suelo.
-Aterrizar de manera incorrecta después de un salto.
-Detenerse de forma repentina.
Es más frecuente en deportes que implican frenar y cambiar de dirección de forma brusca, como el fútbol, baloncesto, tenis, pádel y esquí.
En ocasiones la rotura del ligamento cruzado anterior puede ir asociada a lesiones en otras estructuras de la rodilla como los meniscos, cartílagos u otros ligamentos.
El cuadro típico se caracteriza por sensación de crujido, hinchazón de rodilla, cojera y dificultad para el apoyo.
Se puede realizar una punción evacuadora de la rodilla, para explorar la cantidad y características del líquido. Si el líquido que se evacua es sangre roja, hay que sospechar rotura del LCA.
Una vez controlada la fase aguda, realizamos una serie de pruebas físicas (movimientos de la rodilla) para detectar la rotura del ligamento cruzado anterior. Además, realizaremos resonancia magnética, la prueba de imagen más fiable para detectar esta lesión.
El objetivo del tratamiento de la rotura del ligamento cruzado anterior es evitar la inestabilidad articular. Ésta puede aparecer en actividades de la vida diaria o practicando deporte.
Si un paciente no presenta inestabilidad de rodilla, decimos que tolera la rotura del ligamento cruzado anterior y en un tiempo prudencial puede volver a realizar sus actividades deportivas habituales.
Si presenta inestabilidad articular, lo que ocurre en la mayoría de los pacientes con rotura del ligamento cruzado anterior, se recomienda la reparación quirúrgica ya que, de no ser así, se producirán más lesiones asociadas (roturas de meniscos y cartílagos) y una degeneración temprana de la articulación con artrosis precoz.
Antes de la cirugía, hay que realizar unas semanas de tratamiento rehabilitador, con el objetivo de reducir el dolor y la inflamación (enfriar la rodilla), fortalecer los músculos y recuperar el rango de movilidad de la rodilla (someter una rodilla inflamada y rígida a cirugía puede provocar que no se recupere el rango completo de movilidad).
La intervención mediante artroscopia de rodilla se realiza con anestesia raquídea y sedación, a través de dos pequeñas incisiones, una para introducir el artroscopio y otra para el acceso de distinto instrumental quirúrgico a la articulación.
Tras extirpar los restos del ligamento roto, se obtendrá un injerto de tendón o fragmento de tendón autólogo (del propio paciente) de otra parte de la rodilla, generalmente de los llamados 'tendones de la pata de ganso'.
Una vez procesado este injerto, se coloca en el interior de la rodilla, a través de unos túneles realizados de forma y localización precisa en el fémur y en la tibia.
Posteriormente, se asegura el injerto a los huesos con tornillos u otros dispositivos de fijación. El injerto se transformará en el nuevo ligamento cruzado.
Más información sobre la artroscopia de rodilla
La intervención precisa un día de ingreso. Al día siguiente, el paciente se podrá ir a su casa con ayuda de muletas para caminar y una férula para proteger el injerto.
En el postoperatorio inmediato es importante mantener la pierna elevada y aplicar hielo a la rodilla. A las dos semanas se retiran los puntos y la férula de protección.
Es el momento de iniciar el tratamiento rehabilitador, de forma progresiva, para fortalecer los músculos y recuperar el rango de movilidad de la rodilla.
Seguir una adecuada rehabilitación será fundamental para conseguir los mejores resultados posibles.