El síndrome subacromial es el causante de una gran parte de los casos de dolor en el hombro que vemos en consulta. Suele ser causa de rigidez y provoca dolor, especialmente nocturno, por lo que suele afectar de forma significativa a la calidad de vida de quien lo sufre.
El síndrome subacromial está provocado por un rozamiento entre la parte inferior del hueso acromion, los tendones y la bursa (pequeño saco de líquido que reduce la fricción en las articulaciones).
Su causa puede ser genética (hay personas que tienen un acromion 'picudo' por naturaleza) y es más habitual en personas mayores (se pueden ir formando 'espolones' o picos en el hueso). Pero puede aparecer a cualquier edad: también lo sufren deportistas y personas que trabajan mucho tiempo con los brazos en alto.
Comienza con dolor e inflamación y, si no se trata, puede provocar una gran rigidez del hombro. Es muy importante diagnosticarlo a tiempo. Cuando el hombro sufre ya rigidez, debemos actuar con sumo cuidado, ya que podríamos reactivar la inflamación y empeorar el problema.
Exploramos al paciente para observar el grado de inflamación, dolor y/o rigidez que sufre. Realizamos un estudio radiográfico y por resonancia magnética para observar el estado de la articulación, la bursa y los tendones.
Es fundamental descartar otras posibles fuentes de dolor, referidas a la región del hombro. En particular, lesiones que provengan de la columna cervical, de donde parten nervios que se encargan de la sensibilidad del hombro.
Una vez confirmado el síndrome subacromial, valoramos el tratamiento a seguir.
Si el paciente refiere dolor moderado y problemas de movilidad, el tratamiento será conservador: recomendaremos fisioterapia y tratar el dolor con infiltraciones.
Si presenta rigidez, pautaremos fisioterapia bajo supervisión estricta del cirujano.
Si el dolor persiste más allá de los seis meses, propondremos solucionar el problema por vía quirúrgica.
La acromioplastia es una intervención artroscópica durante la cual limamos el pico del hueso acromion que está causando los síntomas. El pronóstico es, por tanto, muy favorable. La articulación recupera su funcionamiento natural y desaparecen los síntomas.
La intervención requiere de una noche de ingreso en clínica, tras la cual el paciente recibe el alta con cabestrillo. El postoperatorio es poco doloroso.
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El paciente mueve la mano desde el primer día y el cabestrillo se coloca por encima de la ropa, lo cual es menos limitante.
Durante la primera semana, se le invita a hacer movimientos en la medida de sus posibilidades, sin forzar la articulación y siempre bajo la supervisión del cirujano.
El cabestrillo se retira rápido, aunque se advierte al paciente que no realice grandes esfuerzos durante las primeras semanas.
La vuelta a la normalidad se produce en torno a los dos meses tras la operación.
Durante este tiempo de recuperación es normal sufrir cierto dolor, que tenderá a desaparecer a medida que transcurran las semanas.
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