El hombro es la articulación con más capacidad de movimiento en el ser humano y, al mismo tiempo, la más inestable y con mayor riesgo de lesión.
Patologías como la inestabilidad glenohumeral, que provoca repetidas luxaciones; la lesión del manguito rotador o la artrosis son muy frecuentes en personas de todas las edades.
Ante estas lesiones, que en muchas ocasiones condicionan de forma grave la calidad de vida de la persona o le impiden desarrollar actividades como el deporte, contamos con una técnica quirúrgica que nos permite visualizar, diagnosticar y resolver el problema de forma mínimamente invasiva, con menos complicaciones, con una recuperación más rápida y efectiva, y una mínima afectación estética (apenas hay que dar puntos).
La artroscopia, aplicada en este caso al hombro, consiste en la introducción mediante incisiones mínimas (3-4 mm) de una cámara que nos permite ver la articulación por dentro, en una pantalla de alta definición y en tiempo real.
El cirujano valora el alcance de las lesiones y, si es necesario y posible, introduce pequeños instrumentos para proceder a su reparación.
La intervención se realiza habitualmente bajo sedación profunda o anestesia general y apenas dura una hora.
El carácter mínimamente invasivo de la operación garantiza en todos los casos una recuperación rápida. Sin embargo, dependiendo del tipo de técnica empleada, tardaremos más o menos en recuperar la movilidad.
Si la intervención se ha limitado a aumentar el espacio subacromial, podremos realizar movimientos desde el día siguiente a la intervención. Si ha sido necesaria una reparación tendinosa, será necesaria la inmovilización para que cicatrice.
Así, la recuperación irá de unos días a varias semanas, dependiendo del caso.
Siguiendo la pauta de inmovilización, junto con la realización de los ejercicios adecuados de rehabilitación, el pronóstico de las intervenciones por artroscopia de hombro es excelente.
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